El historial de Rosa Cornejo Ortiz – «Rosita», para resumirlo en dos palabras, bien podría decirse de ella, que es una luchadora. «Siempre luchando».
Ese es su retrato.
No pertenece a una familia de pescadores; pero a este mundo de las redes y los espineles, de las encarnadoras y fileteadoras, llegó ella, según propia confesión, por… «por necesidad».

Me metí a encarnadora en Puertecito (San Antonio), pero no me gustó, porque se me incrustó un anzuelo en el dedo. Tuve que ir al hospital a que me lo sacaran… De ahí me fui al sector Pacheco Altamirano. Primero trabajé como vendedora de mariscales crudos para Teresa Avendaño, a quien llamaban «La Coneja». Entré en condiciones muy precarias porque no tenía ni para comer, pero le agradezco a la dueña que me recibió. Me dijo que empezara lavando platos y recibiendo platos, y como yo era ágil en esos años, noté que las chicas no tenían mucho movimiento. Rápidamente me puse a retirar y vender, y al segundo día ya era vendedora. Cuando cerraron las marisquerías, comencé a meterme en los puestos de pescado: a recibir, a trabajar, a limpiar pescado por la propina. Tuve alta dificultad porque, en realidad, le estaba quitando la fuente de trabajo a otras, pero era mi necesidad, no la de ellas… Y en eso he estado. Llevo como 40 años.

¿Y cómo fue su experiencia en eso?
Empecé en la pesquera Arauco hace años; tenía como 12 o 13 años cuando entré. Había por lo menos 30 fileteadoras, unas 6 a 10 personas en las lavadoras y unas 15 a 20 envasadoras.

O sea, en cada pesquera trabajaban aproximadamente unas 100 mujeres, ¿no? Era un gran número.
Claro, un gran número. Y también hombres: los cajoneros que hacían las cajas y los que salían a pescar y llegaban con las cajas por la noche. Se trabajaba de noche y de día.

Es mundo duro el de las fileteadoras.
Sí, pero mi necesidad era grande, por mis hijos. Con esta «pega» los saqué adelante… Gracias a Dios, gracias al muelle. No tengo grandes cosas, pero todo lo que tengo es gracias al muelle. Hace unos dos años que ya no entro al muelle, pero me dedico a ser delegada nacional de la mesa regional de Valparaíso.

¿Cuándo entró al gremio, a la dirigencia?
Cuando formé el sindicato Fuerza de Arauco.

¿Usted formó Fuerza de Arauco?
Sí, yo lo formé. En el año 2000. Entre hombres y mujeres, había como 25 a 27 personas. Estuve como 20 años en el sindicato, como presidenta. Después me cansé, porque hay otras personas que piensan de otra forma, tienen otro estilo. Me retiré, pero seguí trabajando.
Entró la pandemia y cortó el hilo que había, como le llamo yo; la gente dejó de comprar porque dependíamos de ellos, de los restaurantes. Después, cuando terminó la pandemia, nosotros salimos, pero ya no había tanta pega y todas esas cosas. Antes se trabajaba de día y de noche; al menos yo trabajaba, así porque mi intención era que mis hijos, que estudiaban, no salieran al muelle.
No lo digo con rabia y no quiero que me pase a mí de vuelta, porque tengo nietas, nietos. La idea era esa, porque, como yo no sabía… Hasta ahora soy media «patagalla» para escribir, porque no sabía leer ni escribir. Pero en esos tiempos, cuando empecé a involucrarme en servicios sociales, fui a la gobernación provincial con la asistente social Karina Elba. De ahí salió un proyecto donde nos formamos como soldadoras.

¿También aprendió soldadura al arco?
Sí, también me metí a soldadora al arco. En aquel
entonces, el hombre dominaba la mayor parte del campo
laboral y a nosotras no nos daban trabajo, no nos deja-
ban. No es como ahora que, gracias a Dios, la mujer sa-
be cómo avanzar.

¿Y cómo llegó a ser delegada nacional?
Antiguamente, cuando estaba de presidenta, nos involucramos en Valparaíso con una organización nacional, pero no me gustó porque me di cuenta de que se estaban aprovechando de nosotros. Nos hacían firmar documentos diciendo que nos habían ayudado… Sacaban proyectos a costa nuestra, ¿me entiende? Fue entonces que me llamó Marisa, que es de Valparaíso, y me dijo: «¿Cómo estamos para que me ayudes?». Yo viajé, empezamos a trabajar juntas y nos acercamos al gobernador Mundaca. Muy bueno, no tengo nada que decir; él nos abrió las puertas para que participáramos y fue el primer presidente que tuvimos en la mesa regional: «Mamá Cocha», que es de puras mujeres, todas referentes a la recolección y al trabajo en tierra: desconchadoras, recolectoras, lo que se llama «mujeres de tierra». Pero también hay mujeres pescadoras. A nivel nacional, son unas 300 personas. Y figuro ahí como «Primera Directora».

Señora Rosita, entre el año 2000 y 2015 hubo un auge en la pesca, aquí, en San Antonio. Se formaron varios sindicatos de encarnadora…
Las mujeres salieron a trabajar y fueron grandes proveedoras para todos los hogares. Movían la economía de San Antonio.
En esos años las mujeres trabajaban en sus casas. No trabajaban en la lonja pesquera; o sea, tenían galpones, y en Pacheco Altamirano también tenían galpones. Era pocas lo que bajaban; la mayoría era de cerro, de casa, todo eso. Se llevaban los cajones; había camionetas para retirar, recoger y llevar. Hubo cinco sindicatos con más o menos unas 800 mujeres. Todos estos sindicatos participaron o pos-tularon al proyecto… Se compraron muchas cosas… y se las robaron…
Gracias a Dios yo no me llevé nada. A nosotras, las encarnadoras, nos dieron – estaba el gobernador Omar Morales, y lo hicieron junto con Mario Ayala, Cristian Miranda y varios más – nos dieron la casa que está en el faro al fondo, desocupada y que ahora parece pertenecer a la agrupación de pescadores. Allá donde está la oficina del puerto, al frente hay una casa que está sola, que es grande como un galpón. Movieron proyectos para que las encarnadoras trabajaran allí, para los camioneros, haciendo el almuerzo, tener como un restaurante que fuera un sustento. Lo desarrollaron. Había cocina industrial, una sala cuna, oficinas, infinidad de cosas. Pero entró la ambición. Desgraciadamente, señora, entró la ambición. Un sindicato o dos sindicatos querían adueñarse y que nosotras trabajáramos para esa agrupación, mientras ellos se iban a la flojera…

¿Y qué pasó con todo esto? ¿Se vendió…?
Se robaron todo, todo. Robaron toda la cocina, todo. Se robaron hasta las ventanas. Todo se lo robaron. A mí no me lo pueden decir que no fue así… En proyectos se ganaron como 200 millones

¿Ese fue el motivo de su retiro?… ¿No le gustó?
Yo no iba a eso; yo quería que todas surgieran, que todas saliéramos adelante. Y a la vez, si salíamos todas adelante, también saldría nuestra familia y la gente que lo necesitaba. Queríamos hacer hasta la Casa del Pescador ahí.

¿Se metió la política para romper todo?
No, no se metió la política ahí, solo la ambición, no política… Teníamos periodistas, abogados, de todo.

Señora Rosita, ¿sintió discriminación usted en este rubro en sus años?
Siempre ha habido discriminación, tanto del
hombre como de la mujer. Nosotras también, claro, tam-
bién. Sí, siempre ha habido, y sigue así. Ahora, la mujer
está bien arriba en la pesca artesanal. Ya sacaron carné
de pescadora, y esa gestión la hizo Mundaca. Sí,
Mondaca hizo esa gestión en los servicios.

¿Esta mesa regional ya está formada con su personalidad jurídica?
Tenemos todo… Se formó la Corporación de la Mesa Regional Mamá Cocha el año pasado. Tenemos todo organizado, gracias a Dios. Tenemos timbre, tenemos todo.

¿Cuáles son las metas de esta corporación, Mesa Regional Mamá Cocha?
Que los hombres no sigan discriminando, que los pescadores no sigan discriminando a las mujeres, que las vean como somos… Las mujeres de San Antonio pararon. Salió esta cosa de la red, todo el encarnado. No me acuerdo cuántos años. Con la Ley de Pesca salieron las artes, claro, hace 10 años justamente que estamos peleando de nuevo con la Ley de Pesca. Estamos perdidos de nuevo porque los hombres no han salido a pelear ni a gestionar nada. Están dedicados a puro trabajar porque están al sur con la jibia, y cuando se acabe la jibia se acaba el pescado; ya no hay tanto pescado.

¿La Corporación de Mesa Regional Mamá Cocha pertenece también a la CONAPACH?
No, no pertenece a la CONAPACH. Nos retiramos casi todas, casi todos los sindicatos. Yo retiré el sindicato de la CONAPACH. Estamos solos, estamos en la meta de que el Gobierno Regional nos reconozca como es debido. Y que deberían reconocer a las mujeres; los hombres reciben algo y las mujeres también deberían tener los mismos derechos, como es debido y como personas. Porque, por otro lado, las mujeres trabajan limpiando botes, arreglándoles las redes a los hombres.

Y aquí, ¿no se ha permitido el ingreso de la mujer? ¿Los pescadores artesanales no lo han permitido? ¿La autoridad? ¿Quién no lo ha permitido?
Los pescadores.

O sea, ustedes son discriminadas por el mismo gremio que las necesita…. Ahora, la autoridad de aquí, ¿cómo ha sido el trato hacia las mujeres del rubro pesquero?
Aquí, bueno, aquí no nos tomaron en cuenta con esta alcaldesa. Dejó delegado para que se encargara, y cuando nosotras queríamos hablar, no nos recibían.

¿Cuántas mujeres aparte de usted integran esta mesa regional de aquí de San Antonio?
Son 155 o algo así, o 180. Viaja una sola delegada con una persona porque no se puede… Somos dos delegadas de aquí: Mónica Valenzuela y quien le habla.

Bajo los estatutos, ¿cada cuánto tiempo son los cambios de delegados?
Esto cambia más o menos cada 2 años, cada 4 años algunos. Yo pertenezco al sindicato Fuerza de Arauco, que todavía está activo, con sus papeles, el reglamento, todo… Todavía estoy.. y algunas socias.

¿Qué metas tiene el sindicato?

Estamos esperando… que dicen que van a arreglar el puerto y nos van a dar la opción de estar ahí entre medio. No sé cómo: eso es lo único, esa es la meta.

Texto y fotos financiados por el Fondo de Medios a
través del Ministerio Secretaría General de Gobierno

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